Visitando el Mausoleo de Ho Chi Minh
Uno de los momentos recomendables que tienes que vivir si estás Hanoi es la visita al mausoleo del que fuera el líder vietnamita que derrotó a franceses y norteamericanos: Ho Chi Minh es considerado un padre de la patria, un líder admirado por su inteligencia y humildad para los vietnamitas del norte. Quizás en el sur en nivel de admiración no fuera el mismo.
Ho Chi Minh fue un maestro preocupado por el declive de su pueblos tras siglos de dominación china, birmana y francesa. Viajó por el mundo durante su juventud, tomando buena nota de cómo vivía la gente en otros países, y al volver a Vietnam fundó el germen de lo que luego sería el partido comunista. Un partido proscrito, que empezó con apenas 16 miembros ocultos entre la frontera norte con China, pero que acabó siendo la fuerza que expulsó a los franceses tras la humillante derota de Dien Bien Phu y que echó a los norteamericanos tras la toma de Saigón, ciudad que hoy lleva también el nombre del venerado líder.
La visita al mausoleo es algo serio: hay un montón de prohibiciones a tener en cuenta. El visitante puede hacer fotos en el exterior, pero para entrar al mausoleo ha de dejar fuera cámaras, móviles, bolsos o mochilas. No puedes entrar nada. No puedes hablar, no puedes reir, no puedes llevar las manos en los bolsillos… Pararse está prohibido. Volver atrás está prohibido. Siempre hay cola, a veces muy larga así que mejor ir pronto y vestido con cierta formalidad. Para los vietnamitas este es un lugar que roza lo sagrado, una peregrinación que hay que hacer. Tómatelo en serio, para ellos no es ninguna broma.
Antes de entrar al recinto, la cola es una fila tal cual, pero una vez dentro del recinto es impepinable que la cola sea de dos en dos. Muy marcial todo. Los soldados que guardan el mausoleo van uniformados en un blanco impoluto y si han de dar alguna instrucción, no suelen hablar: un gesto amable pero imperativo o un susurro basta para poner orden. Por ejemplo, cuando ya estábamos a punto de entrar a la sala donde está el ferétro de cristal de Ho Chi Minh, mi acompañante cruzó los brazos para cubrirse un poco del potente aire acondicionado. También está prohibido. El guarda hizo un breve gesto con la mano, nos detuvimos, y el señor que iba tras nosotros en la fila le descruzó los brazos bruscamente y se permitió instruirnos con gestos. Estos guiris despistados irrespetuosos… En fin, las normas son las normas y si se trata de un país comunista en el sacrosanctorum de su líder, más. Hay que tomárselo con cierto respeto por el símbolo y como una curiosidad más: si tienes problemas con la disciplina y las normas aparentemente absurdas pero firmes, es mejor que no vayas…
El mausoleo es apenas una sala, guardada por cuatro soldados uno encada esquina de un féretro de cristal y cuatro más en las esquinas del pasillo por donde discurren los visitantes, separados del féretro por un pequeño foso, que deja a Ho Chi Minh a la altura de la vista del visitante. Estos últimos soldados se encargan de que la fila siga siendo en todo momento de dos personas y de que nadie se pare, mientras sus compañeros permanencen en posición de firmes, barbilla muy alta y bayoneta calada, junto a la urna donde descansan embalsamados los restos mortales de este pobre señor.
En realidad, «el tío Ho» (como cariñosamente se le llamaba en sus días) pidió ser incinerado para que sus cenizas fueran enviadas a diferentes puntos de Vietnam. Sus sucesores no le concedieron el deseo, y siguiendo seguramente la costumbre de otros regímenes comunistas, embalsamaron el cuerpo para que los vietnamitas no olviden su historia. Honestamente, para hacer más de 45 años que murió, los expertos rusos que cuidan de los restos hacen un gran trabajo. Seguramente es una historía parecida a la del mausoleo de Ché Guevara en Santa Clara (Cuba) donde he estado dos veces, o de Lenin en Moscú (asignatura pendiente, por cierto).
El mausoleo está en el mismo punto en el que Ho Chi Minh proclamó la independencia de Vietnam el 2 de septiembre de 1945, y preside una gran explanada donde se celebran festivales en el Día de la Patria o en el Día de la Victoría.
La visita se completa con un recorrido por tres edificios cercanos. El más imponente, quizás el más bonito del país, fue el palacio francés que ocupaba el gobernador de la colonial Indochina. Ho decidió ubicar allí a funcionarios de su nuevo estado y vivir él en la que fuera la casa del servicio (también visitable). Pero como esa casa se inundaba a veces, se hizo construir justo enfrente una pequeña casita de madera elevada sobre postes, del estilo de las de la étnia que cuidó de él en sus años de clandestinidad.
Antes de dejar la zona, habría que ver la Pagoda de un Pilar, que está allí mismo. Cuando estuvimos nosotros era imposible verla por que la estaban rehabilitando. Bueno, en realidad estaban trabajando sobre la copia que se contruyó en 1954, por que la oríginal, que tenía casi mil años, la volaron los franceses antes de irse. Cosas del rencor colonialista…