Chile: Colorado y el pisco sagüer en la nieve
Al día siguiente de la excursión Curacaví-Viña del Mar-Valparaíso tenemos de nuevo un día despejado. Tras dar cuenta del desayuno, Rosa nos recoge para ir a una de las estaciones de esquí de Los Andes: El Colorado.
Apenas saliendo de Santiago de Chile encontramos la carretera que nos llevará a las pistas, carretera que en pocos kilómetros se convierte en una pista estrecha, asfaltada, con unas curvas realmente impresionantes, de las que van girando 180º y ganan varios metros con sólo encarar el giro. En total son 48 curvas cerradas y numeradas, las que en poco más de hora y media nos dejan en la nieve.
Una curiosidad tanto de esta carretera como de algunas calles de Santiago es que son de un solo sentido, y que ese sentido cambia a lo largo del día. Por ejemplo, la carretera que lleva a las pistas de esquí de El Colorado es sólo de subida hasta eso de las 16h., y entonces se supone que es sólo de bajada. Digo que se supone por que hay quien ejecuta excepciones que no tienen ninguna gracia. El sistema de un solo sentido variable se comprende al comprobar que en algunos tramos, y muy especialmente en las curvas, no cabrían dos coches en pararelo. Y no todos los embragues aguantarían una marcha atrás hasta encontrar un hueco donde ceder el paso, quizás varias curvas más arriba o más abajo…
Una vez en la estación, conocemos a unas amigas de Rosa, una chilena y una catalana (los catalanes somos una especie de plaga, estamos en todas partes) y tomamos el sol entre pisco y pisco. La altura y los ultravioletas juegan malas pasadas a los desprevenidos: Patri acabó con la sombra de las gafas de sol tan marcada en la cara que la bautizamos como «mapachito» hasta que la llegada a la Polinesia (nuestro siguiente destino tras Chile) le igualó el color. (En la foto, sujetando su empanada y la mía: doblemente empanada circunstancialmente y por una buena causa)
Impresiona ver a grandes aves, supongo condores, sobrevolando a buena altura las pista y los valles. Supongo condores por que si a esa distancia se aprecia una envergadura tan grande no estamos hablando de aves pequeñas…
(Disculpas por la mala calidad de la foto, la óptica que usé no me daba para mucho más, pero espero que por la silueta y las puntas en las alas alguien me pueda confirmar si estamos ante el mítico cóndor andino)
Para cuando llegamos a El Colorado es septiembre, la primavera se abre paso en Chile y la nieve se funde con rapidez, quedando en las pista tramos o muy duros o muy blandos…
Santiago de Chile, como tantas otras ciudades, tiene un problema de contaminación importante vinculado directamente al tráfico. Desde El Colorado es fácil ver como a medida que avanza el día, una neblina cada vez más espesa cubre el valle en el que está la ciudad. La progresión es espectacular: entra la primera y la segunda foto apenas pasaron dos horas y cinco minutos. A este tamaño no sé si aprecias que en la primera aún se ven los edificios, o más bien un barrio tras la primera loma. En la segunda imagen ya no…
Adoptamos como medida de tiempo vacacional la unidad «pisco sagüer más empanada de pino«, de largo pero apetecible nombre, y unas cuantas unidades más tarde, volvemos al centro para descansar un rato antes de salir a visitar una fonda por la noche…