Un restaurante en Madrid para los amantes del queso
En mi último viaje a Madrid tuve ocasión de comer en un restaurante muy original que bien merece un post. Se trata del Poncelet Cheese Bar (C/ José Abascal 1, al lado de la boca de metro de Gregorio Marañón). El negocio empezó con una quesería que hay en el centro, hasta que se les ha ocurrido este original y cremoso concepto de restauración. Con la cantidad de vuelos de Barcelona a Madrid que tendré que coger próximamente por trabajo, miedo me da la tentación de volver a menudo…
Cheese Bar ofrece 150 variedades de queso de prácticamente cualquier rincón del mundo. Y casi todos los platos de su carta de entrantes, carnes, pescados y postres llevan queso, menos los convenientemente marcados como “anti-queso”, lo que seguro que les facilita que se presenten grupos sin que nadie ponga mala cara.
Puestos a quesear a tope, nuestra opción fue usar el queso como elemento socializador con una raclette y una foundé y, además, una tabla de quesos. Llamadnos obsesos (que no obesos, cuidado). Entre cinco comensales la cosa quedó bastante bien, con un par de postres y un buen vino…
La opción tabla de quesos es muy recomendable, por que puedes elegir un número de quesos de la carta para hacértela a tu gusto. En función de los comensales, de tu curiosidad o de tu presupuesto puedes hacer las tablas más o menos grandes. Si la amplia oferta de centenar y medio de opciones te apabulla, puedes dejarte llevar por la tabla del chef, una selección de la casa. En ese caso el camarero te explicará qué quesos la componen detallando en qué orden recomienda probarlos y las características de cada uno (tipo de leche, tipo de curación o preparación, rasgos más distintivos…). Una buena manera de aprender más sobre el mundo del queso.
El interior del local guarda tres secretos. El primero es un jardín vertical que adorna una de sus paredes, si vas al local tienes que acercarte a verlo. El segundo, es que cuanto estás en el salón principal parece que estés bajo una vaca: cuatro columnas a modo de patas y la iluminación como una ubre enorme que domina el techo. Y el tercero, es la habitación acristalada en la que se conservan los quesos y a la que solo pueden entrar los maestros queseros del local…
Una buena experiencia culinaria. Ya te adelanto que barato no es (salimos casi a 50 € por barba, menos mal que al menos ir a Madrid no me sale caro con vuelo24.es, pero si de verdad te va el queso, es una visita muy recomendable.