Un baño en el cenote Ik Kil, cerca de Chichen Itzá

Una de las turistadas más comunes si vas en excursión a ver Chichen Itzá en La Riviera Maya es parar de vuelta a pegarte un baño en un cenote que es ciertamente espectacular: el cenote Ik Kil. Está apenas a 5 kilómetros de las ruinas de Chichen Itzá, en un pequeño complejo que dispone de bar, hotel y (cómo no) gran tienda de souvenirs donde puedes encontrar los pongos* más horteras o algunas cosillas interesantes.

En todo caso, vale la pena ver Ik Kil: se trata de una abertura rodeada de un bonito jardín, tienes 26 metros de caida desde el suelo hasta el agua, y una profundidad de entre 20 y 30 metros. Hay unas escaleras que bajan hasta una pequeña plataforma desde la que entrar en el agua a tu estilo (bajando por la escalera, lanzándote desde el suelo o saltando desde un punto más elevado). El cenote dibuja una elipse que tiene unos 60×40 metros, es bastante grande.

Si llegas cuando coinciden varias excursiones la cosa no tiene mucho sentido: a los bañistas les da por gritar (no comprendo la pasión de ciertos turistas por berrear en sitios con eco). Hay tanto michelincillo en el agua que desde arriba el cenote parece una sopa de guiris y se rompe el encanto del lugar. En cambio, si esperas a que la marabunta escampe, mientras salen se secan y se toman algo, el lugar se vacía y , entonces sí, vale de verdad la pena. Las vistas desde abajo son interesantes y el baño en silencio si es una experiencia bonita.

Precauciones:

• La escalara que baja es muy amplia y permite tranquilamente el paso de varia personas a la vez, pero resbala mucho. Máxime cuando varias decenas de turistas con el bañador empapado han subido o bajado.
• Como en tantos lugares de tantos países donde se concentra mucha gente distraída, puede pasar que alguna pertenencia tuya también se distraiga. A unos amigos que nos encontramos allí les desapareció la cámara, lo que te arruina el día (y según como, tus recuerdos del viaje).

*si te estás preguntando qué es un pongo, yo te ilustro: un pongo es el típico souvenir horterilla pero muy popular, que quizás en el contexto del viaje tenga sentido (solo quizás) pero que cuando lo sacas de allí y se lo regalas a alguien al volver a casa, quién recibe tu detalle se preguntará ¿y esto, dónde lo pongo? Pongos típicos podrían ser minitorres eiffel de París, reproducciones del manneken-pis de Bruselas, mini torres de Pisa. Ya sabes… un pongo se reconoce en cuanto se ve. A veces hay ponguitos graciosos y hay quien en la horterada aprecia sentido del humor simpatico. Pero si además es un trasto voluminoso hablamos de un pongazo, que más que un regalo entra en la categoría de venganza. Un día de estos escribiré un post sobre los pongos que quedan por casa… Ya que estamos, os enseño el ponguito que nos trajimos de México: