TAP: Take Another Plane o el desventurado regreso desde Brasil
No todo en los viajes son postales y momentos felices. Hay ocasiones en que las cosas se tuercen y te llevas un buen mosqueo. Siempre que no haya daños, normalmente estos malos momentos quedan como una anécdota más de la que te reirás pasados unos meses. Eso nos pasó a nosotros en nuestro último día en Brasil: después de unas cuantas horas de 4×4 desde Jericoacoará hasta el aeropuerto de Fortaleza, al llegar allí nos dicen que hay ocho horas, ocho, de retraso en el vuelo… En lugar de un plácido vuelo nocturno, nos tocaba pasar la noche en Fortaleza… Y menuda noche…
Una azafata de tierra iba informando a los pasajeros en la cola. Me sorprendió que estos aceptaran resignados la mala noticia sin reclamar en absoluto. No fue mi caso: fui a los despachos de TAP a pedir explicaciones, y allí, con la pachorra tropical de quienes saben que tienen por delante una tarde dura, los empleados de TAP me dijeron que el avión no podría salir, que no había ya ningún otro vuelo a Europa que pudiéramos coger y que como mucho nos ofrecían llevarnos a un hotel en Fortaleza, pasar unas horas allí, levantarnos a las 4 am y volver al aeropuerto para despegar ocho horas más tarde de lo previsto. Eso sí, antes debíamos embarcar el equipaje (la cola era ya enoooorme). Flipante…
En ese despacho coincidí con dos alemanes que estaban tan alucinados como yo, pero con más motivo: TAP había contratado a su productora para hacer un reportaje sobre la línea aérea. Imaginaos… La presión germano-catalana ejercida sobre el señor de TAP apenas consiguió que, en lugar de tragarnos toda la cola de embarque, pudiéramos usar el embarque business que estaba casi vacío. Y que reclamáramos al llegar a Europa. No había otra alternativa, así que allí fuimos.
Al llegar a la cola teníamos delante apenas tres pasajeros… Charlando acerca de nuestra estancia en Brasil con los alemanes, pasó una hora y no habíamos avanzado. Vimos con estupor que los empleados de TAP que debían atender las filas de embarque estaban haciendo nada: se miraban unos a otros, miraban aburridos los monitores, pero no avanzábamos. Uno de los alemanes enrojeció aún más (venía de ese color gamba que los germanos tienen también en Mallorca), y les metió una broca alucinante: pero el sistema informática estaba caído…
Conseguimos finalmente dejar las maletas allí y conseguir las tarjetas de embarque. Llegamos de los primeros a los microbuses que nos llevaron al hotel en Fortaleza para vivir otra escena surrealista: teníamos derecho a una llamada internacional, pero no a cinco minutos de wifi. Como en España eran las 2am, pasé de hacer uso de esa llamada para avisar a la familia que nos recogería en el aeropuerto y les envié un mail. Muy amables los chicos de la recepción, pero me tocó abonar la cuota mínima de conexión…
Cenamos en el hotel, subimos a dormir un rato, pero como habíamos embarcado el neceser, pedí unos cepillos de dientes a Conserjería. Sí claro, contestaron. Pero pasó media hora y no hubo cepillos. Llame a recepción, donde me explicaron que en conserjería no todo el mundo habla inglés y ante la duda, hay quien dice «sí claro» y se queda tan ancho, pero que si bajaba a recepción ellos me los daban.
Claro, habían pasado casi dos horas desde que llegamos al hotel: la recepción se había convertido en zona de guerra. Los pasajeros seguían llegando después de dos horas en el aeropuerto, cabreadísimos, para encontrase con que el hotel no tenía muchas habitaciones más e intentaban acomodar a la gente compartiendo habitaciones… Gritos, niños llorando, gente insultando a los recepcionistas con la yugular al borde de su resistencia. Un trabajo duro el de los recepcionistas… Pocas horas después , en el traslado de nuevo al aeropuerto, las caras de cansancio y de cabreo eran para verlas. A bordo, los alemanes seguían flipando: nos contaron que a media noche se abrió la puerta de su habitación por que a dos tipos les habían dado llave para el mismo cuarto. Cuatro tios como cuatro castillos, dos de ellos en pelotas, intentando dilucidar quién podía dormir allí.
El vuelo fue tranquilo, aunque no es lo mismo pasar un vuelo tan largo durmiendo de noche que volando de día. Al llegar a Bareclona hicimos la reclamación, donde TAP admitia que nos había causado un retraso de 8 horas. Enviamos el mail a la dirección que nos comunicaron, pero nunca hubo respuesta. Y tras insistir dos meses a través de la agencia con la que compramos los billetes, la respuesta de TAP fue: como los hemos alojado, no aplica ninguna reclamación más.
Fantástico, debe ser por eso que a TAP la llaman Take Another Plane.
Quizás fue mala suerte: en diciembre de ese mismo año la nombraron la mejor compañía aérea europea, pero a juzgar por páginas de aviación y humor como Aviation Humor o Airlane Acronyms, en todas partes cuecen habas, ¿a ti no te ha pasado nunca algo así?