Alcántara, ecos de colonia y esclavitud
Separada de Sao Luis de Maranhao por un brazo de mar encontramos una península, Alcántara, con unas callejuelas del más puro estilo colonial portugués que vale la pena ver. Edificios bajos y coloridos, calles empedradas, tranquilidad, silencio…
Alcántara fue una rica población donde se concentraba la producción de esta parte de Brasil y se comerciaba con el resto de América y con Portugal. Los brazos que generaban tal riqueza, por supuesto, eran los de los esclavos secuestrados en África. Quedan en pie algunas grandes mansiones, otras están semiderruídas. Las casas medían su importancia por el número de ventanas que daban a las calles. Algunas de esas ventanas están hoy decoradas con vivos colores que hacen que pasear por aquí sea tan especial.
Hay dos iglesias en Alcántara, una entera, blanca, muy bonita. Una Iglesia que huele al dulzor del Caribe, con aire fresco y luz tropical. Hay una curiosidad muy especial del retablo de la iglesia: si los ángeles de los retablos europeos quieren parecer inocentes niños regordetes, los de esta iglesia lucen una musculatura que más le (nos) gustaría a más de uno. El secreto es que los esclavos encargados de tallarlos los hicieron a su imagen, hombros amplios, pectorales poderosos, narices chatas…
La otra iglesia también tiene su historia: consagrada a San Matías, la partió un rayo literalmente por la mitad. La nave se resquebrajó a lo ancho, separando la entrada del altar y destruyendo la parte posterior del edificio. Seguramente llevados por el mal presagio, los que allí vivían decidieron no repararla. Hoy queda la parte frontal, chamuscada pero firme, en medio de una explanada vacía excepto por otro elemento que queda en pie…
Ese segundo elemento es un pelouro, el pilar pétreo donde se ataba a los esclavos para castigarlos en público, como escarnio y advertencia. Uno como éste es el que hubo en su día en el peolurinho de Salvador de Bahía. El término Pelouro corresponde más bien a la sentencia que se dictaba, pero se refieren también con la misma palabra al pilar.
La lamentable sombra de la esclavitud del hombre por el hombre aparece en cada detalle en Alcántara. Uno de los museos que puede visitarse exhibe aún grandes hierros con letras. Son exactamente iguales que los que se usan para marcar al ganado, es decir, enormes, pero estos se usaron para marcar a personas. Estremece imaginarse ese hierro al rojo sobre un cuerpo humano, pero así pasó.
Hace ahora dos años estuvimos en Elmina, en la cosa de Ghana, donde se mantiene en pie un fuerte portugués con celdas para los esclavos. Y vimos también el angosto pasillo por el que los cautivos eran conducidos del fuerte a los barcos, y de allí a Brasil, quién sabe, quizás a Alcántara para ser marcados son esos hierros o para acabar como los Tigres de Sao Luis… Viajar, a veces, también es avergonzarse de la historia y de lo cruel que puede ser el humano con sus semejantes.
Como curiosidad que sepas que este triste pasado y los vestigios de las casas señoriales que puedes ver en Alcántara comparten península con un moderno centro de lanzamiento de cohetes, que nos quedará pendiente para algún otro viaje…
En el próximo post te contaré cómo la vuelta a Sao Luis se complicó bastante más de lo que debería y acabamos en un catamarán embarrancado…