Santiago de Chile, de la Plaza de Armas a la Casa de la Moneda
Si hay un punto de la ciudad de Santiago de Chile que todo turista deba visitar ese es el Palacio de la Moneda. Y viniendo desde la Plaza de Armas, donde estábamos, una de las mejores rutas es bajar por Paseo Ahumada, una calle ancha, peatonal, cuyo embaldosado me recordó un poco al de algunos tramos de Las Ramblas de Barcelona.
Hay en esta calle algunas cosas curiosas, como por ejemplo un «café con piernas» llamado «caribe». Los cafés con piernas seguro fueron muy populares en otro tiempo, y aún son concurridos. Su originalidad estriba en que la barra es apenas un pasamanos, dejando libre a la mirada las piernas de las señoritas que atienden el local. A tal efecto, las señoras lucen unas minifaldas bastante minis. Lejos de cualquier otra fantasía, en un café con piernas no pasa nada: la gente toma su café y charla con el de al lado como en cualquier otra cafetería. Bien es cierto que en otros lugares hay cafés con piernas mucho más atrevidos, donde las minifaldas son sustituidos por escuetos tangas…
Me gustó más estar un rato en el centro de la calle, cámara en mano, y observar sencillamente qué pasaba a mi alrededor. Una tarde de invierno donde el turista es como un bicho fuera de temporada, un rato en el que cada cual va a sus quehaceres, donde no pasa nada especial, pero que sin embargo da para observar el vestuario, las caras, el ánimo de los santiagueños por unos minutos…
Bueno, tras este experimento fotovideográfico que habrá que mejorar en próximas ocasiones, lo que me interesa en terminar el paseo de Santiago de Chile en el Palacio de la Moneda.
Sede del presidente de la República y custodiado por un guardias impertérritos de perfecto uniforme, este edificio fue salvajemente bombardeado durante el golpe de estado del 11 de septiembre de 1973, que acabó con la vida de Salvador Allende y llevó al poder al dictador Augusto Pinochet. Lugar pues de triste pero necesario recuerdo y de homenaje para aquellos que abominan de los crímenes de la dictadura. Fue restaurado para borrar de su fachada y dependencias los destrozos de las bombas (ojalá fuera tan fácil restaurar otras muchas cosas destrozadas desde aquel fatídico día) y reinaugurado en 1981.
Comentábamos los compañeros de viaje cómo debió ser un bombardeo con cazas en un entorno urbano, en una plaza que no es demasiado grande, y en una bocacalle nos tomamos con algo que nos estremeció al retrotraernos a épocas que, afortunadamente, no nos ha tocado vivir: