Templos polinesios en Moorea
Durante la excursión con el 4X4 y tras ver tras las plantaciones, nos llevan a un pequeño valle en el interior donde quedan restos de antiguos templos polinesios, llamados marae. Lo que queda de ellos son formaciones rectangulares en medio del bosque, piedras agrupadas de tienen alturas variables, de unos pocos centímetros a medio metro. Los mejor conservados tienen piedras redondas formando las partes exteriores. El conjunto aparece verdoso, cubierto de musgo. Puedo leer en un cartel informativo que los marae definían la posición social, política y económica de las sociedades polinesias antes de la llegada de los europeos.
El guía me cuenta que en los Marae, que sólo podían hacerse con piedras traídas del templo de otra isla, se albergaban los «Tiki«, ídolos en piedra o en madera. De los cerca de 500 que tenía la isla sólo se conservan restos de los 300 que estaban en las montañas. Los de las playas fueron utilizados por los colonizadores europeos como blanco de tiro. Así éramos, a veces ser europeo no es un motivo de orgullo. Resulta paradójico que ahora los complejos hoteleros se empeñen en plantar tikis decorativos en cualquier rincón. Si los antiguos europeos no se hubieran cargado los originales… Tiki de pega en el hotel:
En las inmediaciones de los templos, el guía nos enseña dos curiosidades de la flora. Un árbol cuyo enorme tronco retumba ante cualquier golpe, y que se solía usar como un medio de comunicación enla isla, al modo del tam-tam:
Y el ábol de las nueces de macadamia:
Antes de volver al hotel, hacemos la parada más friki de la excursión en la Bahía de Cook. Digo friki por que se suponía que teníamos que detenernos en un mercado, no en la tienda de ultramarinos de una señora china. Como el que tienes seguramente en la esquina, vamos. El resto de los excursionistas (un grupo de franceses) alucinaron tanto como nosotros, claro, y cuando ya nos íbamos de allí con mala cara, apareció un pescador al otro lado de la carretera. En un minuto tenía montado en el arcén un aparador donde colgó varios ejemplares de Mahi-Mahi, un pez apreciado allí, que habíamos probado en el hotel, marinado con limón y leche de coco.