Chile: Valparaíso y “que llegen sin novedad”
De vuelta a Valparaíso desde Viña del Mar, un taxi nos sube a uno de los miradores de esta escarpada ciudad. Impresiona la altura que alcanzamos en pocas curvas y lo agresivo de los giros. En algunas calles, el peatón llega a ver el techo completo del coche que desciende antes de llegar a su nivel, como si el vehículo estuviera circulando en un plano cercano a la perpendicular de quien observa.
Desde arriba las vistas del atardecer son impresionantes, y tras un café en un un acogedor bar, damos un breve paseo y bajamos andando, pues la distancia en bajada nos parece lo suficientemente cómoda como para prescindir de los ascensores. También se trataba de alargar un poco más la vista desde arriba…
Una vez en el coche, vemos que salir de Valparaíso hacia Santiago es bastante lioso: hay que circular por urbanizaciones entre rampas y pendientes y calles poco iluminadas. Aunque Rosa estaba en camino correcto, quiso confirmarlo preguntándole a un señor. Muy amablemente, nos indicó el camino y añadió en su despedida una frase que, en esas circunstancias, me pareció el colmo de la cortesía y que me pareció un pequeño talismán para el resto de nuestra vuelta al mundo: «que lleguen sin novedad«, dijo con una sonrisa amplia y honesta y un tono casi cariñoso. Iluminó la calle casi con sus buenos deseos. Ese tono, la musicalidad con la que se despidió, su tranquilidad… Me llenó de buen karma ese hombre con un gesto tan sencillo…